ETAPA 10

14 de septiembre de 2023

ETAPA 10

MATALASCAÑAS-SEVILLA
104 km.



¡Y llegó el día!

Cuando empiezas un viaje como el nuestro crees que para la última etapa falta mucho. Vas restando kilómetros cada día y, cuando te quieres dar cuenta, una mañana suenan los despertadores y te dicen que ya no lo van a hacer más, que su viaje ya ha acabado y ahora nos toca a nosotros ponerle el punto y final. Hoy es ese día.

Si tuviera que utilizar una balanza no sé a qué lado se vencería si comparase la alegría por terminar un viaje tan bonito o la tristeza por no poder continuar pedaleando. Siempre es lo mismo, hoy la etapa  culminará nuestro sueño y dará por terminado el reto de llegar hasta la Giralda de Sevilla. Tantas ilusiones y expectativas puestas en un viaje y, de repente, te encuentras desayunando en grupo con demasiado silencio. Será por el cansancio o el sueño, pero hay algo que barrunta en el ambiente. Sólo espero que el café haga bien su trabajo. 

Recomponemos por última vez el equipaje y las bicicletas. Lo cargamos en el coche y nos tiramos la última foto de comienzo de etapa. Son las 07:15 horas y empezamos a pedalear. La etapa de hoy es la más larga de todo el viaje. Excesivamente llana, lo que implicará rodar a buen ritmo y no hacer muchas paradas.




Hoy tiene que conducir Julián. Mal día le ha tocado. En la última etapa todos queremos entrar en Sevilla sobre nuestras bicicletas. Es su primer viaje cicloturista y tiene una cosa muy clara: quiere acabar pedaleando. Por lo tanto, me parece que las rutinas de la logística de quien conduce el vehículo de apoyo no se van a cumplir. Veremos como se organiza.

Otro que está muy motivado es Camuñas. También se estrena en el cicloturismo y lo ha sufrido con demasiados contratiempos. Este viaje le debe tres etapas que le provocaron mal humor, cabreo y desesperación. La impotencia que siente después de haber puesto a punto la bicicleta para este viaje y quedarse tirado tres días teniendo que ir cambiando la transmisión manualmente, hace que la ilusión renazca y sólo quiera pedalear. Quiere acabar a lo grande.

Los tres que quedamos ya hemos pasado por este tipo de etapas. Pero aún así, no deja de ser un día especial que aporta variadas sensaciones que se irán acrecentando conforme vayamos aproximándonos al destino.

Nos despedimos de Julián. Encendemos las luces de las bicicletas y arrancamos la última etapa cuando todavía es de noche. Salimos a la larga y solitaria carretera que separa Matalascañas del Parque Nacional de Doñana. 




Al llegar al principio de esta localidad, giramos a la derecha para emprender una larguísima recta de 18 kilómetros que nos brinda un amplio arcén y  nos regala un bonito amanecer.




Así llegamos a la Aldea del Rocío. Lugar de peregrinación religiosa, con calles sin pavimentar y donde vemos algunos amarres para caballos. Es un sitio solitario y tranquilo, ahora. En la semana de romería puede acoger a cerca de un millón de personas.







Hay tanta arena en esta zona que, en algunos puntos, las ruedas se atascan. Decidimos salir por el Paseo Marismeño, junto a los miradores, para incorporarnos de nuevo a la carretera.





Al poco de abandonar la Aldea del Rocío, con restos de arena junto a la carretera, tomamos a la derecha la conocida Carretera de la Fresa. Es curioso ver a la entrada carteles anunciando que entramos en un "camino privado", asfaltado y de uso público. Esta carretera se compone de una larguísima recta de 19 kilómetros muy llanos que discurre junto a grandes fincas, campos de cultivo, huertas, cortijos y dehesas.




Hay que hacer una parada para evacuar líquidos y para que las bicicletas se serenen. Creo que sienten la proximidad del final de esta aventura y nos llevan a un ritmo muy alto. Salvo la ebike de Antonio que, cuando pasamos de los 25 km/h, se nos pone delante para frenarnos y así poder seguir rodando con ayuda eléctrica. Las nuevas tecnologías.

Cuatro kilómetros después del desvío entramos en la localidad de Villamanrique de la Condesa. Poco movimiento por sus calles, tanto peatonal como de vehículos. Nos cuesta encontrar un lugar para desayunar pero, finalmente, nos recomiendan uno que satisface nuestras necesidades. Hace un calor impropio para ser las 10 de la mañana con 31 grados en los termómetros. Un presagio de la que se nos va a caer encima hasta llegar a Sevilla.

Bien hidratados por dentro y por fuera, y con más café para animar a los cuerpos, proseguimos la marcha. Pocos después, entramos en Los Pinares de Puebla. Durante ocho  kilómetros, atravesamos este inmenso y frondoso bosque de pinares donde encontramos las pocas subidas de la etapa (los "piquitos del gps de Camuñas). Un lugar precioso, sombrío y fresco, donde existen zonas recreativas.







Salir de este inmenso pinar es entrar en un mundo distinto, donde no existe un solo árbol. Una extensa meseta compuesta solamente por campos de cultivos y una estrecha acequia nos recibe y nos señala a lo lejos el siguiente pueblo al que vamos a llegar. La Puebla del Río.

Al llegar al pueblo, tenemos que parar para comprar agua fresca. Es entonces cuando empezamos a recibir noticias de Julián hablando de cortes por obras en el trazado del track. Por lo visto lleva un rato dando vueltas con su bicicleta para salir a nuestro encuentro. 

Atravesamos el bullicioso pueblo de La Puebla y, sin dejar de ver edificaciones, entramos en la siguiente localidad, Coria del Río. Pueblo en fiestas. Tenemos que atravesar toda el ferial que están montando, repleto de casetas y guirnaldas. Buen fin de semana les espera. 

Rodamos un poco por la ribera del Guadalquivir. Se agradece la sombra y la humedad del río. Y llegamos al embarcadero donde tenemos que coger un ferry, más bien una barcaza, para vadearlo.








Los relojes nos dicen que son las 12:15 horas. Nos falta mucho para llegar a Sevilla y el calor es sofocante. Ya no hay más sombras. Volvemos a pedalear dejando atrás al Río Guadalquivir y, por una amplia recta rodeada de cultivos, se aproxima hacia nosotros un ciclista.  Julián




Y así es como los cinco nos agrupamos sobre nuestras bicicletas por primera vez. No podía ser de otra manera. A Sevilla tenemos que entrar juntos. La logística del que conduce el coche de apoyo y las rutinas diarias  han sido muy prácticas a lo largo de nueve etapas. Pero la de hoy, la décima, la última, la mejor de todas, no puede finalizar sólo con cuatro bicicletas rodando. Es la primera vez que podemos y vamos a hacerlo los cinco juntos.

Momento de reencuentro. Nos cuenta que ha dejado el coche estacionado en una base municipal gracias a la inestimable gestión de Óscar. Luego, ha preparado su bicicleta y ha estado rodando hasta encontrarnos. Pero trae malas noticias. Se están realizando obras junto al río Guadaira y tienen cortado el camino por donde nos va a llevar el track del gps. Y la única solución es dar un amplio rodeo para cruzar el río por el primer puente que encontraremos y llegar a Sevilla por la orilla contraria del Río Guadaira. Si hablamos de kilómetros, son 10 de incremento y 30 para llegar a Sevilla con un excesivo calor y con 75 kilómetros en las piernas. Pero vamos los cinco juntos.

Y así lo hacemos, pegados al río y comentando las anécdotas del día. Cruzamos por el puente y regresamos por el margen contrario al punto de inicio donde, podemos ver toda la zona de obras. Qué mala suerte. Mientras tanto, seguimos pedaleando dejando a nuestra derecha una urbanización y un gran polígono industrial. A nuestra izquierda tenemos el Río Guadaira, la mayor parte son humedales provocados por el poco caudal y donde habitan diversas especies de aves y pastan animales en sus orillas.




Gracias a la fauna y vegetación del río vamos pasando estos tediosos y sofocantes kilómetros. Estamos pedaleando por una interminable recta, con mucha piedra suelta. Se acerca la hora de comer, las obras y el calor nos están agotando. Llegamos a la intersección con una autovía. Al estar fuera del recorrido del track, improvisamos y por una pequeña y deteriorada puerta entramos en el cauce del río y pasamos bajo la carretera.




Poco a poco, el paisaje va cambiando. Terrenos mejor urbanizados, zonas ajardinadas y llegamos a una rotonda. Entramos en Sevilla. Es mediodía y se nota la densidad del tráfico rodado. Pero, para nuestro beneficio, hacemos uso de un carril bici, a veces junto a las aceras, a veces entre las dos calzadas. Nos adaptamos al ritmo que nos marca este tipo de carril y volvemos a comprar agua en una gasolinera. El fuerte calor nos tiene consumidos. El carril bici nos sitúa a los pies del Estadio Benito Villamarín, campo del Betis.





Cambiamos al margen contrario de la Avenida de Jerez y continuamos por la Avenida de la Palmera hacia el canalizado Río Guadalquivir, pasando junto al Parque de María Luisa por el Paseo de Las Delicias. Al llegar al Puente de San Telmo, tenemos parada obligada para inmortalizar nuestra llegada junto a la Torre del Oro.









La base municipal donde el coche está aparcado y donde vamos a guardar las bicicletas está lejos de la zona monumental, no así nuestro albergue. Y ya es hora de comer y bajarnos de los sillines. Pero antes, tenemos que finalizar el viaje sobre las bicicletas. Nos falta la foto final.

Cruzamos al Barrio de Santa Cruz y entre vías del tranvía, coches de caballos y una marabunta de turistas, llegamos a la Catedral de Sevilla, teniendo que ir andando hasta los pies de la tan deseada Giralda de Sevilla. Y queremos hacernos una fotografía los cinco junto a la Torre en obras. Si le pides a alguien que te tire una fotografía, te la hace con una amplia sonrisa, pero se apunta también la familia. Qué le vamos a hacer, estamos en Sevilla.






Los relojes y los estómagos nos van diciendo que se está acercando la hora de comer. Hay mucho que ver en esta ciudad y no todo podemos hacerlo ahora. Así que, posponemos nuestro tour turístico y regresamos a los sillines para cruzar el Río Guadalquivir por el Puente de San Telmo y desplazarnos hasta la base municipal ubicada  en el Barrio de Los Remedios, entre el Parque de Los Príncipes y el recinto donde todos los años montan la Feria de Abril.

Con las bicicletas guardadas en lugar protegido, nos dirigimos a un restaurante que nos recomiendan y que, aunque sea tarde, nos darán de comer. Para ello, atravesamos el Parque de los Príncipes y el termómetro de la calle nos marca una temperatura más propia de tomarte unas cervezas frías que de montar en bicicleta. Y así lo hacemos, brindando por nuestra décima y última etapa de esta preciosa aventura.





Con los cuerpos bien comidos e hidratados, regresamos a la base municipal para coger el coche con todo el equipaje y dirigirnos al alojamiento reservado para hoy. Se encuentra ubicado en el centro del Barrio de Triana, complicado para aparcar, pero hoy la suerte está con nosotros. Esta noche dormiremos en el Albergue de Peregrinos de Triana, lugar utilizado por los peregrinos para comenzar uno de los Caminos de Santiago establecidos: La Vía de la Plata.




Las rutinas diarias hoy no se cumplen. No se lavan ni engrasan las bicicletas y no se sale a hacer la compra o a lavar la ropa. Las únicas que sí se cumplen son: la ducha reconfortante y la segunda, que se repetirá varias veces, es el seguir brindando por nuestra hazaña. Por los diez días de pedaleo que empezaron en la Costa Caparica (Lisboa). Por ahora, nos conformamos con unos fríos botellines en la intimidad de nuestra pequeña habitación de literas donde hoy Óscar no dormirá con nosotros. Sólo hay cuatro camas y él tendrá que compartir otra habitación.




Las horas pasan rápido y tenemos que cumplir con nuestra misión de turistas en esta ciudad tan bulliciosa. Salir del Barrio de Triana es respirar el ambiente religioso de estas callejuelas, entre iglesias, tiendas y calles con nombres de santos y vírgenes.




Salimos a la ribera del canalizado Río Guadalquivir por su famosa Calle Betis, muy concurrida de turistas y restaurantes. Las vistas que tenemos al frente bien merecen unas cuantas fotografías: La Torre del Oro, La Maestranza y el Puente de Triana.




Calle Betis




La Maestranza

Torra del Oro

Puente de Triana


Por el Puente de Triana cruzamos al margen contrario del río y cambiamos la rutina de los estiramientos musculares por un tranquilo paseo hasta el Parque de María Luisa para entrar en la Plaza de España, muy concurrida de turistas.










Las horas van cayendo poco a poco. Antes de caiga la noche, regresamos al Barrio de Santa Cruz pasando junto al Palacio de San Telmo. Por la concurrida Avenida de la Constitución nos acercamos hasta la Catedral de Sevilla entre calesas, railes del tranvía, turistas y muchas bicicletas que usan un carril bici pintado en la calzada y que discurre entre la zona peatonal y los railes.


Palacio de San Telmo

Avenida de la Constitución

Catedral de Sevilla




Para regresar al albergue nos adentramos por un pasadizo que nos enseña una curiosa y escondida plaza ovalada y llena de arcos y frescos en sus paredes: la Plaza del Cabildo.





Un paseo por las estrechas calles del Barrio de San Cruz hasta llegar al Puente de Triana o Puente de Isabel II. La noche empieza a caer, entramos de nuevo en el Barrio de Triana. Y en la concurrida y bulliciosa Plazuela de Santa Ana, frente a la Real Parroquia que lleva su nombre, continuamos brindando por este inolvidable viaje y damos buena cuenta de la última cena de esta maravillosa aventura.




Se acaba este día tan especial. Volvemos al albergue pero sin la necesidad de tener que acostarnos para descansar y recuperar los cuerpos para la etapa del día siguiente. Ya no hay prisas, los hábitos adquiridos durante estos días ya no se reproducen. Ni tenemos que preparar las equipaciones para el día siguiente, ni revisar las bicicletas para que cumplan con su cometido. Como los despertadores ya están de vacaciones, el único hábito al que recurrimos es una última ronda de frías cervezas en la terraza del albergue para consumir los  minutos finales de este fantástico viaje.

Me acuesto con una borrachera de imágenes, vivencias y recuerdos acumulados durante diez días de pedaleo y convivencia. Mañana regresamos a nuestras casas. El viaje será distinto al de la ida, más silencioso y sin cuestiones que matizar o preparar. Volveremos con nuestras familias y nuestras rutinas diarias, pero nos llevamos el recuerdo de un inolvidable viaje que, durante diez días, nos ha permitido recorrer toda la costa sur de Portugal, saliendo desde Costa Caparica para conocer el Parque Natural del Alentejo y la Costa Vicentina, rodar por todo el Algarbe y disfrutar de la costa onubense para finalizar en Sevilla.

Ahora, toca dormir. Y como todos los años, cierro los ojos con la esperanza que esta última etapa sea el preludio del siguiente viaje. Bonito sueño.





DATOS DEL RECORRIDO:

Total kilómetros: 104 km
Tiempo total invertido: 7 h 24' 32''
Tiempo en movimiento: 5 h 4' 33'' 
Tiempo detenido:   1 h 42' 59'' 
Velocidad media en movimiento: 18,30 km/h
Velocidad máxima: 38 km/h
Altitud mínima: 3 m.
Altitud máxima: 37 m.
Desnivel acumulado ascendiendo: 363 m.
Desnivel acumulado descendiendo: 355 m.



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